lunes, 8 diciembre 2025

Esta declaración se emite en nombre de 89 ONG locales, nacionales, regionales e internacionales —incluidas organizaciones lideradas por mujeres y por personas refugiadas— así como redes, alianzas y foros de ONG, entre ellas organizaciones humanitarias que operan en los países incluidos en el Panorama Humanitario Global (GHO) 2026.

Este ha sido un año como ningún otro para millones de personas que soportan sufrimientos inimaginables en medio del aumento de los conflictos, el hambre, el desplazamiento, los desastres climáticos y la desigualdad.

El número y la intensidad de los conflictos en todo el mundo se encuentran en su punto más alto desde que comenzaron los registros modernos en 1946, amenazando la paz y la seguridad globales. El retroceso político frente a la inclusión y la igualdad de género ya está revirtiendo avances duramente conquistados y poniendo en peligro los derechos de las mujeres y las niñas en todo el mundo, especialmente en contextos de conflicto.

Las violaciones del derecho internacional humanitario —cometidas con una crueldad extrema— apenas reciben algo más que indiferencia. La ayuda es obstruida, y el personal humanitario y sanitario está siendo asesinado o herido en cifras récord. Los crímenes de guerra y los crímenes contra la humanidad, incluido el uso del hambre y de la violencia de género, generan condenas pero poca o ninguna acción concreta para proteger a la población civil, alimentando la crisis de confianza y legitimidad que atraviesa nuestro sector. Mujeres de todas las edades, niños y niñas, personas con discapacidad y personas mayores se encuentran entre las más afectadas.

Las crisis humanitarias que debemos afrontar son, en gran medida, consecuencia de la falta de liderazgo político. A pesar de acuerdos de paz ampliamente publicitados, no existe voluntad política para sostener la paz ni para exigir responsabilidades a los perpetradores de crímenes internacionales. Muchas crisis se prolongan desde hace décadas, sin que se aborden sus causas profundas.

Los brutales recortes a la ayuda humanitaria han empujado a las comunidades a una mayor pobreza y privación, retirando recursos a las organizaciones locales y nacionales que son las primeras en responder. En marzo, casi la mitad de las organizaciones lideradas por mujeres temían verse obligadas a cerrar. Una encuesta más reciente de UN Women a organizaciones de la sociedad civil y de derechos de las mujeres reveló que casi el 100 % se vio afectado por los recortes; para tres cuartas partes, el impacto fue significativo. La Red Humanitaria Feminista ha documentado un impacto desproporcionado en organizaciones lideradas por mujeres con discapacidad, mujeres jóvenes y mujeres indígenas. La capacidad de protección infantil también se ha visto gravemente afectada: más de la mitad de las organizaciones locales y nacionales encuestadas perdieron el 40 % de sus presupuestos de protección infantil. Incluso antes de los recortes de este año, investigaciones del ODI mostraban que las organizaciones lideradas por personas refugiadas recibieron una cantidad insignificante de financiación: apenas 49 millones de dólares en 2024.

La magnitud del sufrimiento es imposible de captar plenamente, pero algunos ejemplos ofrecen una ventana a la gravedad de la situación:

  • El número y la intensidad de los conflictos se han más que duplicado desde 2010, alcanzando el nivel más alto desde 1946. Los conflictos existentes son cada vez más prolongados y se vislumbran nuevos en el horizonte. El gasto en armamento se ha disparado: los ingresos por ventas de armas y servicios militares alcanzaron un récord de 679.000 millones de dólares en 2024, 18 veces más que lo destinado a ayuda humanitaria ese mismo año.
  • Entre 2023 y 2024, el número de mujeres y niños y niñas muertos en conflictos armados se cuadruplicó en comparación con los dos años anteriores. Más de uno de cada cinco niños y niñas vive hoy en una zona de conflicto. El informe anual sobre niños y conflictos armados registró un aumento del 45 % en las violaciones graves contra la infancia en 2024 respecto a 2022, mientras la impunidad generalizada permite que continúen los abusos contra la población civil.
  • Por primera vez, se declaró hambruna en Oriente Medio bajo el sistema de la IPC, tras el hambre deliberada de la población civil en Gaza. La IPC también ha confirmado hambruna en Sudán y existe de nuevo riesgo en Sudán del Sur, mientras Haití, Malí y Yemen son focos de máxima preocupación. Millones de personas en Afganistán, Myanmar y otros países afrontan niveles de emergencia de inseguridad alimentaria aguda.
  • El cambio climático continúa devastando comunidades en todo el mundo, alimentando conflictos y desplazamientos.
  • El desplazamiento forzado se ha duplicado en los últimos 10 años, pero se responde con recortes de financiación y políticas para disuadir la migración, externalizar los procedimientos de asilo, reducir la protección a las personas refugiadas e incumplir las responsabilidades de reparto de cargas. Estas políticas, junto con la falta de vías legales de migración, contribuyen también al aumento de la trata de personas.
  • Mujeres y niñas en contextos de conflicto, como en la República Democrática del Congo, Haití y Sudán, a menudo en primera línea de la respuesta comunitaria, sufren una violencia de género inaceptable, incluida una violencia sexual extrema.
  • Mujeres y niñas se ven afectadas por altos niveles de violencia reproductiva, incluida la destrucción deliberada o el bloqueo del acceso a la atención en salud sexual y reproductiva. En 2023, el 58 % de las muertes maternas, el 50 % de las muertes neonatales y el 51 % de los mortinatos ocurrieron en 29 países con crisis humanitarias. Se prevé que esta situación empeore debido a la pérdida de acceso a servicios sanitarios de calidad.

La caída de la financiación tras la respuesta a la COVID-19, junto con la priorización progresiva y la “hiperpriorización” del GHO 2025, ya han dejado atrás a millones de personas. La edición del GHO 2026 se ha ajustado aún más. Valoramos la inversión continua en la identificación basada en evidencias de las personas que necesitan asistencia y de aquellas con mayores necesidades, pero advertimos que hemos llegado al límite del análisis de la “gravedad de las necesidades”. Como señaló el Coordinador de Ayuda de Emergencia, “la cruel matemática de hacer menos con menos” obliga a una elección imposible entre quién vive y quién no, y entre “salvar vidas hoy y dar a las personas alguna posibilidad de futuro mañana”.

La pérdida de miles de trabajadores y trabajadoras del sector impacta directamente en las comunidades. Tenemos menos capacidad para coordinar, evaluar y responder a las necesidades. Esto hace aún más crucial la inclusión significativa de actores comunitarios, locales y nacionales; incluidas ONG locales, nacionales e internacionales en los procesos del Ciclo de Programación Humanitaria. Donde el sistema coordinado por el IASC se está retirando, es esencial garantizar que las necesidades sigan siendo identificadas y atendidas. Sin una transferencia adecuada hacia el liderazgo humanitario local, nos preocupan los vacíos en datos y provisión de asistencia. En algunos países, como Nigeria, millones de personas, incluidos niños y niñas, sufren malnutrición.

Aun con una capacidad reducida, sabemos que las necesidades son inaceptablemente altas y continúan creciendo. La disminución de la financiación para el desarrollo, el desarme y la paz, y la falta de medidas para limitar los impactos del cambio climático dejan intactas las causas profundas. De forma alarmante, algunos Estados se están retirando de acuerdos multilaterales, como el Tratado de Ottawa, creados para proteger mejor a la población civil.

Pese al amplio apoyo público a la ayuda en la mayoría de países donantes, algunos responsables políticos ceden ante discursos antiayuda, promoviendo narrativas de “nosotros contra ellos”. Instamos a los donantes a resistir estas narrativas y a financiar plenamente el GHO 2026 con fondos oportunos y de calidad que lleguen lo más directamente posible a las organizaciones locales y nacionales, incluidas las lideradas por mujeres.

En 2025, comunidades de todo el mundo sintieron los efectos de depender en exceso de un número reducido de donantes. El sufrimiento humanitario en cualquier lugar nos concierne a todos. Llamamos a todos los países y a otros actores, incluido el sector privado y las instituciones financieras multilaterales e internacionales, a aportar financiación humanitaria basada en principios y de calidad.

En 2026, el Gran Pacto (Grand Bargain) cumplirá su décimo “aniversario”, con pocos motivos de celebración a la vista del contenido de este GHO. En lugar de avances, estamos presenciando retrocesos en elementos clave de las reformas del sistema con mayor potencial transformador, especialmente en efectivo, localización, calidad de la financiación y centralidad de la igualdad de género.

Quienes formamos parte de la arquitectura humanitaria debemos renovar nuestro compromiso con una reforma real para ser más centrados en las personas, eficientes, ágiles, diversos e inclusivos, y más responsables ante las personas afectadas por las crisis. Impulsados por el imperativo humanitario, este es el momento de reevaluar nuestros roles, priorizar la complementariedad frente a la competencia y replantearnos quién está mejor situado para responder a las necesidades humanitarias.

Esto exige, especialmente a los donantes y también a los intermediarios, cumplir sus compromisos de reforma, priorizando la localización y las alianzas equitativas, la financiación de calidad, el reparto de riesgos, la programación en efectivo con enfoque de género y el liderazgo y la participación locales. Instamos a las agencias de la ONU a no solo incluir a actores locales y nacionales, incluidas organizaciones lideradas por mujeres, personas refugiadas y personas con discapacidad, sino a transferirles realmente poder y recursos. Todos los intermediarios deben reequilibrar su papel entre la implementación directa y el apoyo a organizaciones locales y nacionales.

Los donantes deben adaptarse. Si van a aportar menos recursos, también deben reducir capas innecesarias de intermediación costosa cuando no aporten valor y priorizar a quienes tengan un historial probado de alianzas genuinas y equitativas con actores locales diversos. No basta con exigir mayor eficiencia y rendición de cuentas: los donantes deben situar la eficiencia, la proximidad y la rendición de cuentas ante las personas afectadas en el centro de sus decisiones, y exigir mayor transparencia sobre los flujos de financiación hasta el último socio.

Los donantes deben asumir más riesgos y financiar modalidades probadas y eficientes, como el efectivo, que salvan vidas y restauran la dignidad. No invertir en estas modalidades ya no es aceptable. Más financiación de calidad debe canalizarse a través de fondos mancomunados, incluidos los liderados por ONG. Cualquier aumento de los fondos mancomunados a nivel de país de la ONU debe condicionarse a que entre el 70 % y el 100 % llegue a actores locales y nacionales, con objetivos ambiciosos para organizaciones lideradas por mujeres y con una democratización y simplificación radical de estos fondos.

Es hora de hacer realidad el enfoque de nexo. Coordinar la acción humanitaria, el desarrollo, la paz y el clima, con la inclusión y la igualdad de género en el centro, es esencial para reducir las necesidades. Esto implica pasar a ciclos de planificación plurianuales para crisis prolongadas, con actualizaciones anuales ligeras, y reforzar la acción política para prevenir y poner fin a los conflictos. Se necesita más ayuda oficial al desarrollo, incluida financiación para el desarrollo y la paz, dirigida a contextos frágiles y afectados por conflictos.

Por último, necesitamos acción política para defender firmemente las normas y valores humanitarios. Acogemos con satisfacción iniciativas para mejorar el cumplimiento y la rendición de cuentas, como la Iniciativa Global para Impulsar el Compromiso Político con el Derecho Internacional Humanitario y la Declaración para la Protección del Personal Humanitario. La ley es clara; lo que falta es voluntad política para respetarla.

Las violaciones deben cesar. Las partes en conflicto deben cumplir sus obligaciones, y todos los gobiernos deben usar su influencia y asumir su responsabilidad para poner fin a la impunidad y garantizar el respeto constante del derecho internacional.

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